HERNIA INGUINAL. EXPLORACIÓN.-
Lo primero que tenemos que hacer para poder tratarla es, diagnosticarla. Para ello hemos de poner en evidencia la masa herniaria.
El primer paso en su exploración será la inspección. Debemos ganarnos la confianza del/la paciente, antes de proceder al exámen, ya que estos sujetos deberán desprenderse de la ropa desde la cintura hacia abajo.
Con el enfermo de pié y sin ropa, le solicitaremos que nos señale el lugar donde él cree que tiene la hernia, de la cual se queja. Pueden suceder dos situaciones. Una, es que la masa sea visible y por tanto palpable. Otra, es que no se vea y que no se palpe.
En el primer caso procederemos a la palpación (con guantes) de la masa herniaria y luego de pedirle al paciente que se coloque en decúbito supino, volveremos a intentar tocarla, en esta nueva posición. Si sigue la masa herniaria en su lugar, anotaremos su localización exacta.
Por su localización, podremos pensar en frente de qué tipo de hernia nos encontramos.
Si está localizada por dentro del pliegue inguinal, pensaremos se trata de una hernia inguinal.
Dicha hernia inguinal, podrá ser de tipo directo o de tipo indirecto.
Las HERNIAS DIRECTAS, no siguen el trayecto del cordón, sino que salen desde la zona peritoneal correspondiente al triángulo de Hesselbach, que está limitado por: el ligamento inguinal, la arteria epigástrica y el borde del recto anterior. Por tanto se reconocerán cuando aparecen cerca del tubérculo púbico, en posición algo más superior que las hernias indirectas. Se caracterizan igualmente porque aparecen al menor esfuerzo, a veces con solo ponerse el paciente de pie y suelen desaparecer con el decúbito supino, ya que de forma habitual presentan un cuello amplio, que facilita tanto su prolapso como su reducción.
Si se ha reducido espontáneamente con solo el decúbito, le pediremos que vuelva de nuevo a ponerse de pie y si vuelve a prolapsarse con facilidad, estaremos casi con toda seguridad, frente a una hernia inguinal de tipo directa.
La HERNIAS INDIRECTAS (también llamadas oblicuas) son las que siguen el trayecto del cordón; si son grandes y están evolucionadas llegarán al escroto. A veces es difícil ponerlas de manifiesto y no se suelen reducir espontáneamente, precisando manipulaciones para conseguirlo. Si conseguimos reducirla hablamos de hernia reductible. Otras veces, no podremos reducirla manualmente, sobre todo si se trata de una hernia vieja que haya contraído conexiones con los tejidos circundantes, ya sea por el uso de un braguero o por problemas inflamatorios crónicos debidos a simples incarceraciones pasajeras. Estamos, en este caso, frente a una hernia inguinal no reductible.
Cuando no conseguimos poner en evidencia la hernia, recomendaremos al paciente que realice, estando de pié, algunas maniobras de Valsalva. En ocasiones, cuando el orificio inguinal superficial no está aún muy dilatado, incluso a pesar de que el paciente realice maniobras de Valsalva, resulta difícil que la hernia se exteriorice.
Para confirmar su existencia, colocaremos al paciente de pie y no sentaremos delante de él. Si esto no es posible, lo colocaremos en decúbito supino y nosotros nos situaremos en posición cómoda, sentándonos en el lado derecho de la cama.
Con nuestro dedo índice invaginaremos el escroto, que nos servirá de dedo de guante, con el que trataremos de localizar el anillo inguinal superficial. Para ello, el dedo seguirá una dirección desde la piel, de fuera a dentro y de abajo arriba, buscando el orificio inguinal externo o superficial, situado por fuera y algo por encima de la espina del pubis del lado correspondiente. Este anillo, formado por dos fascículos tendinosos, correspondientes a la aponeurosis del oblícuo mayor al insertarse en la espina del pubis, presenta una forma triangular, de bordes netos, duros y cortantes, por lo que al tocar sus bordes, lo reconoceremos con suma facilidad. Es el lugar donde el cordón y sus elementos se hacen subcutáneos.
Esta maniobra puede producirle al paciente leves molestias, al comprimir los elementos del cordón contra los pilares del orificio inguinal externo o superficial. Cuando estemos en este punto instaremos al paciente a que tosa o realice alguna maniobra de Valsalva y veremos si la masa herniaria propulsa y podemos tocarla con la yema de nuestro dedo. Si es así confirmaremos la existencia de una hernia inguinal, probablemente, de tipo indirecta.
La hernia inguinal indirecta en la mujer, sigue el trayecto del ligamento redondo y su detección se hará por palpación, por encima y algo por fuera del tubérculo púbico.
Las HERNIAS CRURALES, propulsan por fuera y por debajo del pliegue inguinal, como se aprecia en la figura; suelen reducirse con dificultad y presentan bastantes posibilidades de estrangulación, determinada por anatomía de su trayecto y lo cortante del orificio crural.
Lo primero que tenemos que hacer para poder tratarla es, diagnosticarla. Para ello hemos de poner en evidencia la masa herniaria.
El primer paso en su exploración será la inspección. Debemos ganarnos la confianza del/la paciente, antes de proceder al exámen, ya que estos sujetos deberán desprenderse de la ropa desde la cintura hacia abajo.
Con el enfermo de pié y sin ropa, le solicitaremos que nos señale el lugar donde él cree que tiene la hernia, de la cual se queja. Pueden suceder dos situaciones. Una, es que la masa sea visible y por tanto palpable. Otra, es que no se vea y que no se palpe.
En el primer caso procederemos a la palpación (con guantes) de la masa herniaria y luego de pedirle al paciente que se coloque en decúbito supino, volveremos a intentar tocarla, en esta nueva posición. Si sigue la masa herniaria en su lugar, anotaremos su localización exacta.
Por su localización, podremos pensar en frente de qué tipo de hernia nos encontramos.
Si está localizada por dentro del pliegue inguinal, pensaremos se trata de una hernia inguinal.
Dicha hernia inguinal, podrá ser de tipo directo o de tipo indirecto.
Las HERNIAS DIRECTAS, no siguen el trayecto del cordón, sino que salen desde la zona peritoneal correspondiente al triángulo de Hesselbach, que está limitado por: el ligamento inguinal, la arteria epigástrica y el borde del recto anterior. Por tanto se reconocerán cuando aparecen cerca del tubérculo púbico, en posición algo más superior que las hernias indirectas. Se caracterizan igualmente porque aparecen al menor esfuerzo, a veces con solo ponerse el paciente de pie y suelen desaparecer con el decúbito supino, ya que de forma habitual presentan un cuello amplio, que facilita tanto su prolapso como su reducción.
Si se ha reducido espontáneamente con solo el decúbito, le pediremos que vuelva de nuevo a ponerse de pie y si vuelve a prolapsarse con facilidad, estaremos casi con toda seguridad, frente a una hernia inguinal de tipo directa.
La HERNIAS INDIRECTAS (también llamadas oblicuas) son las que siguen el trayecto del cordón; si son grandes y están evolucionadas llegarán al escroto. A veces es difícil ponerlas de manifiesto y no se suelen reducir espontáneamente, precisando manipulaciones para conseguirlo. Si conseguimos reducirla hablamos de hernia reductible. Otras veces, no podremos reducirla manualmente, sobre todo si se trata de una hernia vieja que haya contraído conexiones con los tejidos circundantes, ya sea por el uso de un braguero o por problemas inflamatorios crónicos debidos a simples incarceraciones pasajeras. Estamos, en este caso, frente a una hernia inguinal no reductible.
Cuando no conseguimos poner en evidencia la hernia, recomendaremos al paciente que realice, estando de pié, algunas maniobras de Valsalva. En ocasiones, cuando el orificio inguinal superficial no está aún muy dilatado, incluso a pesar de que el paciente realice maniobras de Valsalva, resulta difícil que la hernia se exteriorice.
Para confirmar su existencia, colocaremos al paciente de pie y no sentaremos delante de él. Si esto no es posible, lo colocaremos en decúbito supino y nosotros nos situaremos en posición cómoda, sentándonos en el lado derecho de la cama.
Con nuestro dedo índice invaginaremos el escroto, que nos servirá de dedo de guante, con el que trataremos de localizar el anillo inguinal superficial. Para ello, el dedo seguirá una dirección desde la piel, de fuera a dentro y de abajo arriba, buscando el orificio inguinal externo o superficial, situado por fuera y algo por encima de la espina del pubis del lado correspondiente. Este anillo, formado por dos fascículos tendinosos, correspondientes a la aponeurosis del oblícuo mayor al insertarse en la espina del pubis, presenta una forma triangular, de bordes netos, duros y cortantes, por lo que al tocar sus bordes, lo reconoceremos con suma facilidad. Es el lugar donde el cordón y sus elementos se hacen subcutáneos.
Esta maniobra puede producirle al paciente leves molestias, al comprimir los elementos del cordón contra los pilares del orificio inguinal externo o superficial. Cuando estemos en este punto instaremos al paciente a que tosa o realice alguna maniobra de Valsalva y veremos si la masa herniaria propulsa y podemos tocarla con la yema de nuestro dedo. Si es así confirmaremos la existencia de una hernia inguinal, probablemente, de tipo indirecta.
La hernia inguinal indirecta en la mujer, sigue el trayecto del ligamento redondo y su detección se hará por palpación, por encima y algo por fuera del tubérculo púbico.
Las HERNIAS CRURALES, propulsan por fuera y por debajo del pliegue inguinal, como se aprecia en la figura; suelen reducirse con dificultad y presentan bastantes posibilidades de estrangulación, determinada por anatomía de su trayecto y lo cortante del orificio crural.